Evolucionando hacia la cultura de prevención
El COVID-19, llegó a cambiar la realidad del mundo como actualmente lo conocemos y por ende la forma de operar de las empresas. Es difícil pensar que después de esta crisis que las organizaciones vuelvan al lugar de antes, a operar como antes, en una forma en la que la prevención usualmente se ve como un gasto y no una inversión.
Las acciones tendientes a la prevención de la salud de los trabajadores son claves para poder enfrentar los nuevos retos que nos depara este siglo, pero también son necesarias para cumplir con el mandato legal de garantizar un adecuado nivel de protección de la salud y seguridad de los trabajadores, que exige la Ley General de Prevención de Riesgos Ocupacionales.
Estas acciones preventivas cobran cada vez más importancia en un mundo superpoblado y en proceso de cambio climático, donde se advierte que frecuentemente sucederán eventos que pongan a prueba nuestros sistemas de respuesta ante emergencias y nuestra capacidad de adaptarnos. Desde ya, el COVID-19 brinda lecciones importantes a las organizaciones, una de ellas es que no se contaba con protocolos o planes de emergencia para enfrentar situaciones como esta, por eso es importante aprender de la crisis y evolucionar. De ahora en adelante, las organizaciones, sin importar su tamaño, cuentan con una experiencia valiosa que les da la oportunidad para desarrollar una cultura de prevención que les permita sobrevivir en el tiempo y desarrollar los mecanismos necesarios para enfrentar una pandemia de esta naturaleza o cualquier otra situación futura.
En atención al Principio de Prevención y los propósitos de la citada Ley General de Prevención de Riesgos Ocupacionales, previo a la reincorporación de las actividades de cada organización, estas deben de realizar un análisis pormenorizado de todos los riesgos a los que serán expuestos los colaboradores. Debido a la dificultad de prever todos los riesgos involucrados, se recomienda que la reanudación de las actividades se haga de forma ordenada y escalonada, garantizando la seguridad y la salud de las personas trabajadoras, siendo los grupos especialmente sensibles los últimos en reincorporarse, cuando el virus esté totalmente controlado. Este enfoque de tomar acciones preventivas antes de reanudar cualquier actividad económica esta siendo tomado como medida obligatoria por otros países de la región.
En el caso de El Salvador, el resultado del análisis pormenorizado de los riesgos deberá ser incorporado al Programa de Gestión de Prevención de Riesgos Ocupacionales (PGPRO), que ya se encuentra establecido en el artículo 8 de la Ley General de Prevención de Riesgos en los Lugares de Trabajo, cuya creación e implementación corresponde al empleador. Así, el programa descrito debe ser actualizado incluyendo los riesgos de pandemia que hasta el día de hoy muy pocas empresas tenían previsto como un riesgo real para su organización.
Por ello, aun y cuando no se cuente con una guía o lineamientos específicos dictadas por el Gobierno, las acciones de prevención a tomarse se han establecido en los principios y el objeto mismo de la Ley General de Prevención de Riesgos, y por tanto deberán incorporarse e implementarse en el seno de las empresas, actualizando el PGPRO.
El incumplimiento del deber de garantizar un adecuado nivel de protección de la salud y seguridad de los trabajadores puede ser considerado una infracción muy grave establecida en el artículo 80 de la Ley en referencia, por no adoptar las medidas preventivas aplicables en materia de Seguridad y Salud Ocupacional, cuando dicha omisión derive en un riesgo grave e inminente para la salud de los trabajadores, cuya multa se establecerá entre veintidós a veintiocho salarios mínimos mensuales, dependiendo de la capacidad del infractor, además de las sanciones que puedan imponerse en cuanto se dicten los lineamientos específicos para cada actividad.
Con ello concluimos que para la vuelta a la operatividad de cada organización, es imprescindible que cada una evalúe sus riegos, de acuerdo a su tamaño y actividad, estableciendo medidas claras, sencillas y que expongan el compromiso de la organización y los trabajadores para evitar el riesgo de contagio de este u otro tipo de virus futuro, siempre bajo un enfoque adaptativo que permita a la organización evolucionar y sobrevivir en una nueva cultura donde la prevención y la resiliencia son clave.